Domingo, 12 de Octubre de 2025

La economía invisible de la IA: cuando el PBI se queda corto

PerúEl Comercio, Perú 12 de octubre de 2025

Marco OrtizEconomista principal del BBVA Research Perú

Los economistas usamos indicadores para tomarle el pulso a la realidad. El más importante ?por lejos? es el PBI. No es casualidad: el PBI se correlaciona muy bien con las medidas de bienestar de la población, sobre todo en el largo plazo. Pero no deja de ser una aproximación, una foto parcial de lo que ocurre en la economía.





Un reciente estudio de Diane Coyle y John Lourenze Poquiz, investigadores de la Universidad de Cambridge, advierte que el PBI se está quedando corto para medir el impacto de la inteligencia artificial (IA). La IA está transformando cómo producimos y consumimos a una velocidad que las estadísticas aún no alcanzan. El problema no es nuevo, pero la actual revolución tecnológica lo hace más visible.





?Hogar, mercado y tareas invisibles?





La teoría económica nos enseña que todos los recursos están siempre asignados. Lo que ocurre con nuestro tiempo, el recurso más valioso, no es distinto. Podemos asignarlo a trabajar en una oficina, transportar pasajeros, cuidar niños o preparar el desayuno. Todos estos son ejemplos de actividades que brindan valor, pero no todas aparecen en el PBI. Salvo contadas excepciones; si no hay una transacción de mercado, no se registran.





Cuando estas mismas tareas pasan al mercado ?un repartidor lleva tu almuerzo o una guardería cuida a tu hijo?, de pronto sí aparecen en el PBI. La ?gig economy? intensificó este fenómeno. Algunos interpretaron erróneamente que se trataba de una ?desindustrialización temprana?, cuando en realidad era una recomposición: tareas antes invisibles se incorporaron al mercado y pasaron a ser medidas bajo la categoría de servicios. El valor agregado está en ambos casos; el PBI solo reconoce uno.





La teoría económica lo explicó hace décadas. Gary Becker (1965) mostró que los hogares combinan bienes y tiempo para producir comidas, limpieza o cuidado. Por su parte, Valerie Ramey (2009) documentó cómo varió el tiempo dedicado a la producción del hogar en el siglo XX, siendo las mujeres quienes redujeron su trabajo dentro del hogar ?haciendo de paso menos invisible su labor?. La lección es clara: si no medimos el uso del tiempo, podemos leer mal la productividad, el empleo y el bienestar.





?La IA y nuevas brújulas?





La discusión se vuelve urgente hoy. La IA está empujando esa frontera hogar-mercado: automatiza tareas domésticas como planificar, traducir o editar, y al mismo tiempo reemplaza servicios de mercado por consultas instantáneas. El impacto es doble: el PBI puede subestimar mejoras en bienestar (tiempo ahorrado, mayor calidad) y dejar de captar actividades que migran del mercado al hogar gracias a la automatización.





La política pública necesita nuevas brújulas: encuestas de uso del tiempo, módulos sobre adopción de IA y plataformas, y cuentas satélites que capten mejor la producción del hogar y la economía digital. Medir bien y adaptar nuestros indicadores no es un lujo técnico, sino fundamental en esta coyuntura.





Antes que volver a apuntar al cuco de la desindustrialización, es mejor reconocer que la economía siempre cambia de forma. En esta ocasión el abanico es amplio: del taller a la ?app?; de la línea de ensamblaje al algoritmo; de la cocina de casa a la logística de última milla. Si no lo entendemos, corremos el riesgo de proponer políticas para un mundo que ya no existe.





El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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