El disciplinamiento
La franqueza de Kramer desataron críticas internas y externas, poniendo en tensión la libertad de expresión dentro de su propio sector político.
Fue la primera palabra que me vino a la mente al leer una dura declaración del sector político El Abrazo, en respuesta a opiniones de su dirigente, la senadora Patricia Kramer. En el segundo tomo de la notable Historia de la sensibilidad en el Uruguay, José Pedro Barrán documenta las "prohibiciones internas y culpas" que se promovieron entre 1860 y 1920 para "la más eficaz domesticación del alma" de los uruguayos de aquellos tiempos.
Cuando leí lo que le dijeron a la legisladora y su respuesta, sentí que en este Uruguay llamado "progresista" estaríamos recuperando, queriéndolo o no, aquellos rasgos atávicos.
El conflicto empezó con una entrevista radial que le hizo hace unos días Orlando Petinatti. Kramer tuvo una charla muy cordial con el comunicador, contrastante con la rispidez con que lo enfrentan los políticos de distintos partidos. Esto tiene que ver con su calidez y simpatía, dueñas de un tono componedor que ya es reconocido por sus colegas legisladores, seguramente relacionado con su sensibilidad artística.
En ese contexto, la senadora se expresó con franqueza y ecuanimidad sobre el conflicto en Medio Oriente, manifestando un saludable (para mí) matiz con la condena pura y dura del FA al estado de Israel. Ciertamente erró al decir que el FA no había convocado a la marcha reciente por Palestina libre y se permitió bromear con el conductor sobre la moda de adhesión irreflexiva a una causa explotada internacionalmente por la organización terrorista Hamás.
Quienes, no compartiendo la cruenta estrategia bélica del gobierno israelí, entendemos igualmente que aquella banda criminal debe ser combatida con la mayor firmeza, sentimos cierto alivio. Porque las redes sociales, hoy por hoy, bullen en comentarios antisemitas de la peor especie. Los políticos de izquierda se desmarcan del antisemitismo, felizmente, pero deberían entender que denostar al sionismo es negar a Israel el derecho a tener su propio estado y, al mismo tiempo, lo deseen o no, excitar una judeofobia tan milenaria como execrable.
Ecuanimidad fue la mejor definición de las declaraciones de Kramer.
Admitió que la invitaron a la marcha pero no concurrió. Que tiene mucha cercanía con ese conflicto: "Mi papá es judío y tengo una tía y primos viviendo en Israel". Que no toda la izquierda condena a Israel: "No nos pongas a todos en la misma bolsa: yo te banco que me digas que algunas personas hicieron declaraciones que alimentaron el odio".
En determinado momento se permitió bromear sobre la profusión de banderas palestinas que ondean en nuestras calles. "Es un hit la bandera palestina en estos tiempos", dijo ella, y con su ingenio habitual, Petinatti le replicó: "Espero que haya sido un judío el que vendió todas las banderas".
Ella hizo una puntualización interesante: "De verdad, no es un tema sencillo. No hay que olvidarse que los atacados el 7 de octubre de 2023 fueron los kibutz de izquierda" y remató con una verdad irrefutable: "Me cuestan las declaraciones tajantes, para un lado y para el otro".
A pesar del tono respetuoso y la mirada realmente objetiva, sus dichos provocaron indignación en los ultras de siempre. La producción del programa eligió pasajes para publicar en las redes y estos se viralizaron exponencialmente. El error puntual y el chiste inocente, ¿cómo iban a dejárselo pasar a una dirigente que proviene del medio artístico, para peor es mujer, y para colmo judía? Le cayeron con todo.
Pero la frutilla de la torta la puso su propio sector político, paradójicamente llamado "El Abrazo", con una declaración veladamente agresiva que llamaba a su disciplinamiento. Dice que sus opiniones "generaron malestar y preocupación en parte de nuestra militancia, en sectores del FA y en la militancia orgánica". Le reprocha "errores de contenido y forma (.) que no reflejan la posición de El Abrazo ni del FA". Como la maestra que regaña al alumno desobediente, agregan que el Secretariado Ejecutivo del sector "mantuvo una reunión con la compañera para intercambiar y reflexionar colectivamente sobre lo sucedido" y que "apuestan al aprendizaje colectivo, convencidas y convencidos de que los procesos se fortalecen con reflexión y autocrítica". Es una tirada de orejas casi explícita, a la que la senadora Kramer respondió con su humildad y bonhomía características: adhirió a la mentada construcción colectiva "con sus aciertos y sus errores" y que se hubieran tomado el tiempo de conversar "en el acuerdo y el desacuerdo".
La verdad es que si el partido al que yo pertenezco -con el que suelo discrepar en varios temas- hiciera pública una declaración así contra mis dichos, yo respondería con enojo y reivindicaría mi condición de librepensador. Tienen la suerte de que la senadora sea tan buena persona como para haber evitado la exposición de semejante conflicto.
Entre 1860 y 1920, el disciplinamiento lo hacían la iglesia católica y las clases conservadoras. Parece que hoy lo hace un partido que rechaza la libertad de expresión del pensamiento.