¿Liberal o corporativa?
Hay grupos sindicales cuya actividad se ha transformado en un problema nacional.
Si hay palabras cargadas de valor que han sido permanentemente humilladas por sus enemigos, son las de libertad y de democracia.
"Oh libertad, cuántos crímenes se han cometido en tu nombre", dijo Madame Roland, la gran líder girondina, cuando iba al cadalso impuesto por el jacobinismo robespierriano.
Algo igual, o peor, le ha pasado a la democracia, a la que han puesto innumerables apellidos. Es más: el único realmente legítimo, "liberal", nació justamente para distinguirlo de todos los otros. "Democracias Populares" fueron las dictaduras comunistas.
Este equilibrio ha sido siempre inestable y nuevas realidades han acechado constantemente al sistema. Una de las peores es la de los grupos de presión que limitan y hasta cooptan a las instituciones públicas en nombre de intereses particulares.Pueden ser empresariales, como el propio Adam Smith señalaba y condenaba, atribuyendo a sus agrupaciones la posibilidad de confabular para manejar los precios de las mercaderías escasas.
O pueden ser "sindicatos gremiales", cuya actividad no solo está protegida por la Constitución, sino además promovida, y bien está que así sea.
El país tiene una larga tradición sindical, que empieza en los sindicatos anarquistas "de resistencia" y llega hasta las organizaciones colectivas actuales, pero la democracia es "liberal" y no corporativa. La República es el gobierno de los ciudadanos y no de las corporaciones, que están para defender sus intereses particulares.
En lo personal, puedo decir que desde niño conocí en nuestra casa a muchos de los viejos sindicalistas. Mi padre fue más de treinta años Director del Instituto Nacional del Trabajo y Servicios Anexados, como se llamaba entonces al organismo que funcionaba en la órbita del Ministerio de Industrias y Trabajo. Era el negociador en los conflictos y recuerdo muy bien la organización de las elecciones de los Consejos de Salarios, cuando veía padrones y hasta urnas amontonadas en el living de nuestra casa de la calle Santiago de Chile. Desde el comunista Pastorino hasta el radical Pietrarroia les oí allí discutir. O vivir de cerca los enfrentamientos entre la Federación Uruguaya de la Carne y el Sindicato Artigas, que me tocó defender. Ni hablar de Pepe D'Elía, que era una figura familiar. Traigo esta historia a cuento para que se entienda que no tengo la menor animadversión por el movimiento sindical. Y que, además, en lo personal, tengo mucho respeto por Fernando Pereira y Marcelo Abdala.
Dicho eso, con todas las letras, también afirmo que hay grupos sindicales cuya actividad se ha transformado en un problema nacional. Empezamos por todo lo portuario, incluyendo la pesca. Si hay una actividad a la que cabría darle todo el vuelo posible es a la pesca. Si mal no recuerdo, llegó a haber 200 barcos pescando. Hoy, según la prensa, no pasan de 50. Una suerte de oficina sindical en la entrada, que decidía quién podía trabajar o no, ha sido el testimonio mayor de la violación sistemática del derecho al trabajo. Ni hablemos de la paralización portuaria, también suicida, porque cuando luchamos con todos los terminales de la región, detener actividades como se vive desde octubre no se puede calificar de otro modo. Las pérdidas han sido enormes, por la osadía de poner en marcha un sistema moderno de gestión.
Son sindicatos suicidas, como el de Conaprole, que hace años viene haciendo ingentes esfuerzos por terminar con la cooperativa. Las condiciones que se le han impuesto han sido imposibles de trasladar al resto de la industria, que se va cayendo, mientras Conaprole, la empresa más querida del país, empieza a tener dificultades para mantener su sitial exportador. Los últimos suicidas están en la educación, pero como las víctimas sufrirán sus daños más adelante, hoy no se ve tan claro. Lo que sí se ve es que los niños son rehenes de un sindicalismo que solo tiene como respuesta el paro y la resistencia al cambio.
Ambas tendencias se retroalimentan. Una señora cachetea a una maestra y paramos todo el país. No se les ocurre hacer un planteo nacional, exaltar la sacrificada labor docente, organizar una convocatoria general de todos los responsables familiares y sancionar moralmente a los agresores, sean quienes fueren. El reflejo automático es parar. o desgremializar al Presidente del Codicen. pero siempre parar, con resultado inocuo para detener la violencia, y sí para acostumbrarlos a la intermitencia en la labor.
En la otra mano aparece la resistencia al cambio. Hablando de Fenapes, nuestro colega Mujica llegó a decir que "hay que reventarlos.". No me sumo a la calificación, pero la explico cuando veo autoridades que responden a su misma mentalidad y hoy están dedicadas a desmontar todo lo nuevo que se había iniciado en el gobierno anterior. Como evaluar "competencias" es neoliberal, van para atrás con todo lo que sea mirar hacia la realidad. Como la tecnología también es neoliberal, menos horas. Como la libertad para elegir entre talleres y actividades de la creación, para atrás con todo.
El gobierno se las está viendo mal con estos temas. Jugado como está a la reactivación económica, ¿qué entusiasmo estamos generando en sectores prioritarios como los señalados? ¿Cómo concilia inversión privada con iracundia corporativa?
También paga precios por los enojos. Especialmente en la educación, donde daban por hecho el 6 + 1 y ahora resulta que los recursos son escasos.
La realidad manda.