Ser conservador
El término ha sido tan desprestigiado en la Argentina y buena parte del mundo que merece una explicación mayor que la definición del Diccionario de la Lengua, que no es tan mala, al menos en una de sus acepciones: "Conservador: Favorable a mantener los valores y principios establecidos frente a las innovaciones"
El término ha sido tan desprestigiado en la Argentina y buena parte del mundo que merece una explicación mayor que la definición del Diccionario de la Lengua, que no es tan mala, al menos en una de sus acepciones: "Conservador: Favorable a mantener los valores y principios establecidos frente a las innovaciones". Pero hoy por hoy resulta imprescindible preguntarse: "¿Establecidos por quién?" y "¿Frente a qué innovaciones?". Porque tal vez, precisamente, para ser un buen conservador haya que cambiar los principios establecidos.
Casi no hay tendencia política cuya denominación no deba explicarse . De hecho, el liberalismo en los Estados Unidos representa lo contrario de lo que aquí significa. Es allí la ideología de quienes propician una mayor intervención del Estado en la economía, de los progresistas, de los "woke".
En cuanto al peronismo en la Argentina, su definición requeriría tantas aclaraciones que posiblemente no alcanzaría un solo párrafo para describirlo.
Sí, ya sabemos: el bien del pueblo. Eso lo decimos todos; hasta lo proclaman los regímenes totalitarios.
Son los regímenes totalitarios, como el comunismo o el nacionalsocialismo , los únicos a los que se puede aplicar definiciones precisas. Y esto sucede, justamente, porque esos sistemas cuentan con un aparato destinado a castigar severamente cualquier pequeño desvío de la doctrina y del programa impuestos. Los demás evolucionan, como evoluciona el hombre en uso de su libre albedrío.
El término "conservador" sólo goza todavía de prestigio en un puñado de países; Estados Unidos y Gran Bretaña, entre ellos, pero en Hispanoamérica y en una parte de Europa se lo ha bastardeado mediante una identificación con el egoísmo, la indiferencia por los pobres o la oposición al progreso. De vuelta a la Real Academia, bastardear es "apartar algo de su pureza primitiva", y eso es lo que se ha hecho con el conservadorismo.
Una vez más, como lo impulsó la propaganda de izquierda desde siempre y la Teología de la Liberación desde los 60, se confunde al Estado con el individuo. Únicamente los individuos tienen virtudes. Los Estados sólo tienen programas, cuando los tienen. Y que no se diga que esos programas pueden ser generosos o egoístas, porque lo que reparte el Estado es el dinero de otros. ¿Cómo podría medirse la generosidad o el egoísmo cuando se practica con dinero de los demás y no con el propio?
La experiencia muestra lo contrario a la creencia mayoritaria. Es en los países capitalistas donde la gente es más generosa, porque el individualismo convoca a hacer las cosas por sí, sin esperar al gobernante, que en el mejor de los casos lo hace tarde y mal. En cambio, donde se confía -o se simula confiaren la distribución desde el gobierno, el individuo se retrae y espera a que el aparato burocrático entregue lo que él no tiene ganas de dar voluntariamente.
¿Entonces, el conservadorismo adhiere al capitalismo? En estos tiempos, sí ; y esta evolución es explicable, porque no se puede adherir a lo que todavía no existe o no se conoce suficientemente. Habrá habido una época en la que los señores feudales, los gremios y el clero se aferraran al orden medieval, una estructura que ofrecía seguridades para cada uno de los estamentos sociales, incluyendo los artesanos y los campesinos. Todavía hoy en Inglaterra se paga a los duques por el uso de la tierra donde uno construye un edificio propio que, en realidad, es un derecho de uso por 99 años o un término similar. Por lo demás, el capitalismo es el sistema en el que cada individuo hace valer su propio esfuerzo, y su trabajo honrado constituye un mérito delante de Dios.
Hoy es frecuente que un conservador valore el esfuerzo individual por encima de las prerrogativas de sangre. Ese fue el gran aporte que hicieron al mundo los conservadores de las colonias que después crearon los Estados Unidos, la primera democracia moderna en el planeta. Y aquellos puritanos formaron una democracia, apartándose de la tradición de su madre patria, bajo la premisa de que sólo Cristo reina. Ya puede verse cómo, a partir de una premisa religiosa, dos países con el mismo origen étnico y lingüístico tienen regímenes diferentes de gobierno.
Por tanto, y a diferencia del comunismo, que es un molde igual para todos , no necesariamente el conservadorismo es idéntico en un país que en otro. En los países con tradición monárquica, los conservadores serán monárquicos. Y en los países con tradición republicana, los conservadores serán democráticos.
Hay, sin embargo, un tronco común para los conservadores; una línea que los une a todos , cualesquiera sean sus diferencias, lo cual es lógico, ya que de lo contrario el conservadorismo no sería siquiera un concepto. Y esa línea es la de Dios, patria y familia.
¿Qué queremos decir cuando hablamos de Dios? Ante todo, creer que existe . Todo el Universo es un canto triunfal hacia Él, desde que seres sin inteligencia obran como si la tuvieran en beneficio del conjunto, como lo enseña Santo Tomás de Aquino. En cada país habrá católicos, protestantes y judíos que creen en los Diez Mandamientos, que son el contenido de la Ley Natural sobre la cual se asienta la moral universal y, con adhesión expresa, la de Occidente. El amor y el respeto a Dios y a lo sagrado, la santificación de un día de descanso, la prohibición de matar, de robar y de mentir, que incluye la condena al falso testimonio, la honra al padre y a la madre y la abstención del adulterio, entre otros preceptos, no son reglas exclusivas de los conservadores, pero ningún conservador dejará de adherir a ellas, cualquiera sea su religión y más allá de sus caídas circunstanciales.
La prohibición de matar, salvo en defensa propia o de otros, involucra el respeto a la vida de los que todavía no vieron la luz y de los que agonizan. Un conservador no aprobará el aborto ni la eutanasia.
El amor a la patria es también un acto de piedad filial, de amor a la tierra de los padres, en el sentido patronímico del término. El amor a la nación comprende el respeto a las instituciones que la defienden y a las que preservan el orden, como sus fuerzas armadas y sus fuerzas de seguridad, y también a sus sanas tradiciones.
La tradición más enraizada de una nación es el lenguaje. Por eso lo atacan con enfurecida obstinación. La conservación del lenguaje es la preservación de la belleza de la palabra y de la propia historia. Sólo los pueblos hacen evolucionar el lenguaje lenta y naturalmente y no el capricho neurótico de grupos minúsculos.
¿Y la familia? ¿Qué decir de la familia en un momento en el que su estructura ha sido puesta en tela de juicio por el feminismo? Cualquier conservador, cuando habla de la familia, se refiere a la familia tradicional. Y está bien que lo haga, simplemente porque tiene la libertad de hacerlo, porque lo quisieron amordazar, porque el feminismo radicalizado comienza reclamando libertades para sí y a poco de andar pretende cercenar las libertades de los demás. Se exige la rendición expresa de manera incondicional de pensamiento, palabra y obra y con entrega de banderas.
Por eso, la libertad es, finalmente, uno de los grandes valores de Occidente ; es la que permite que tengan mérito nuestras virtudes y que seamos responsables por nuestras faltas. Y este también es un pensamiento conservador.