Lunes, 17 de Noviembre de 2025

Negociar, producir y trabajar bajo otras condiciones: un mundo con menos trabajadores que desafía el bienestar

UruguayEl País, Uruguay 17 de noviembre de 2025

El mercado laboral en Uruguay en un cruce de caminos: macroeconomía, demografía e Inteligencia Artificial

El año 2025 y así definirá al 2026 encuentra al mercado de trabajo uruguayo en un punto singular. No porque todo haya cambiado este año, sino porque varios procesos que vienen en desarrollo cada vez son más notorios y cada vez más, van a interactuar entre sí, haciendo que el mercado de trabajo se revolucione en muy poco tiempo. Y esto nos obliga a repensar la manera en que analizamos salarios, empleo y productividad. Por un lado, veamos un primer punto de singularidad, uno macroeconómico: Uruguay negocia la 11ª Ronda en un escenario de inflación baja y estable, cercano al 4%, algo que redefine la lógica de los ajustes, replantea como lo señalamos en varias columnas anteriores la necesidad de correctivos amplios y por tanto las chances de romper con la inercia de precios-salarios. La estabilidad nominal ya no es una aspiración: es un dato estructural del contexto en el que se pactan los salarios.

Otro punto de singularidad, demográfico-estructural, que no nos sorprende pero que lo verificamos con datos recientes: en menos de una década la población en edad de trabajar (PET) comenzará a disminuir de manera sostenida, tal como lo refleja el gráfico 1, a partir de los recientes datos del reciente censo y actualización de proyecciones de población. El Uruguay laboral tal como conocemos, va a cambiar. Explicado de forma simple: la cantidad de personas disponibles para trabajar dejará de crecer, y luego empezará a caer. Es un giro silencioso pero trascendental. Uruguay ingresará en un período en el cual la oferta de trabajo será más estrecha, con una competencia por trabajadores que será mayor y con una expansión del empleo que ya no dependerá de sumar personas al mercado laboral, sino de aumentar la productividad, de la movilidad entre sectores y de la migración.
Así, 2025 no es un año en el que "todo ocurre", sino un año que nos encuentra en la intersección de tres procesos de largo plazo: estabilidad nominal, transición demográfica y transformación tecnológica. Y conviene subrayarlo: no es solo 2025. Lo será también 2026, 2027 y los años que vienen, porque nada de esto es transitorio. Incluso los Consejos de Salarios, que hoy atraviesan su onceava ronda, volverán a discutirse en la doceava ronda, dentro de dos años bajo un contexto que probablemente reforzará estas mismas tendencias. En otras palabras, estamos ante un mercado laboral que deberá convivir con cambios estructurales muy profundos, y que serán crecientes. El desafío, entonces, ya no será únicamente administrar la coyuntura, sino aprender a negociar, producir y trabajar en un mercado laboral que será progresivamente distinto en la próxima década.

La coyuntura y el desafío de cómo expandir al mercado de trabajo

En lo que va de 2025, la tasa de actividad (variable clave si queremos entender cómo expandir el mercado de trabajo) muestra un desempeño modesto: en el promedio enero-septiembre se ubica apenas 0,2 puntos porcentuales por encima del mismo período de 2024. En contraste, la demanda por trabajo por parte de las empresas medida a través de la tasa de empleo exhibe un incremento bastante mayor, de 0,8 puntos porcentuales en igual comparación. En términos agregados, el mercado laboral presenta así una dinámica en la que el ritmo de creación de empleo supera al crecimiento de la oferta laboral.

Esta divergencia entre una oferta que crece poco y una demanda más dinámica debe leerse a la luz de la realidad demográfica mencionada: la Población en Edad de Trabajar comenzará a disminuir en la próxima década. Si tensamos esta lectura coyuntural de la oferta laboral desde un ángulo más estructural, podríamos intuir no sin necesidad de políticas públicas que una parte de margen potencial para ampliar las horas trabajadas pudiera provenir de la fuerza laboral femenina.

En 2025, la tasa de actividad de los hombres se ubica 0,7 puntos porcentuales por encima del promedio 2014-2019 (72,6% frente a 71,9%), mientras que en el caso de las mujeres la diferencia es de 1,5 puntos porcentuales (56,8% frente a 55,3% como se ve en el gráfico 2). En ambos casos se observa un retorno a niveles similares o superiores a los del período pre-pandemia, pero la distancia relativa respecto al promedio histórico es sensiblemente mayor en las mujeres, cuyo avance duplica al de los hombres, y gran parte de esa diferencia se produjo en estos últimos años.
En la tasa de empleo se verifica un patrón similar: en 2025, los hombres se sitúan 0,9 puntos porcentuales por encima de su promedio 2014-2019 (68,1% frente a 67,3%), mientras que en las mujeres la diferencia asciende a 1,7 puntos porcentuales (51,7% frente a 50,0%). Nuevamente, la mejora relativa de las mujeres prácticamente duplica la de los hombres, aun cuando los niveles absolutos continúan siendo más bajos.
Una posible interpretación para este mayor crecimiento relativo femenino es que las mujeres tienen una presencia relativamente más elevada en actividades cuya demanda laboral tiende a ser más elástica al ciclo económico (visto del lado de la tasa de empleo) y que eso luego defina la salida al mercado de trabajo por parte de mujeres que habían decidido permanecer inactivas. Este patrón ayuda a entender por qué, tanto en actividad como en empleo, la mejora relativa de las mujeres respecto a su propio promedio pre-pandemia supera la observada en los hombres.

Una pista por dónde expandir al mercado de trabajo

Pero avanzando en una mirada estructural, las mujeres no solo presentan tasas de participación estructuralmente más bajas que los hombres como vimos en el cuadro, sino que también trabajan menos horas en promedio (como también mencionábamos antes debido al gran peso de la dedicación a los cuidados no remunerados). Según microdatos de la ECH 2024, los hombres declaran 41 horas semanales, frente a 34 en el caso de las mujeres, tal como se señala en el gráfico 3. Ese diferencial siete horas por semana por persona activa constituye una medida "gruesa" de un espacio teórico que podría cerrarse parcialmente mediante políticas públicas. La literatura internacional coincide en que la disponibilidad de infraestructura de cuidados, los servicios de primera infancia y las políticas de corresponsabilidad generan un efecto directo sobre la oferta de horas, y ni que mencionar si además estas políticas buscaran sinergias con objetivos de lucha contra la pobreza infantil.
En los próximos años, conviviremos con dos transformaciones claves que van en la misma dirección: menos personas disponibles para trabajar, y al mismo tiempo, adopción de la IA que reducirá la cantidad de trabajo humano para ciertas tareas. El cambio, si bien laboral, es mucho más grande: ambas transformaciones cambian "la función de producción" y por tanto de cómo se generan los ingresos, de cómo se recaudan los impuestos entre otros, al trabajo de los seres humanos y de cómo se sostiene un contrato social que se apoya en una parte importante en ese arreglo institucional.

- Economista Ramón Pampín, Manager en PwC
La Nación Argentina O Globo Brasil El Mercurio Chile
El Tiempo Colombia La Nación Costa Rica La Prensa Gráfica El Salvador
El Universal México El Comercio Perú El Nuevo Dia Puerto Rico
Listin Diario República
Dominicana
El País Uruguay El Nacional Venezuela